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Servicios Combinados LD/www.laveganews.net
Año tras año se organiza una de las fiestas culturales más notables de República Dominicana: el carnaval; que se celebra en distintas partes del territorio nacional. En este sentido, la ciudad “culta y olímpica”, cada febrero, se convierte en fábrica de emociones y costumbres.
Allí, la celebración tradicional, aparte de ser un evento de gran popularidad donde conviven colores y ritmos, es una actividad millonaria, una industria que sin necesidad de maquinaria pesada ha representado una excelente fuente de ingresos para las familias de la región.
Alrededor de 120 millones de pesos son invertidos en cada entrega de esta festividad cultural en La Vega, para que sea realizado con éxito. La cantidad está distribuida entre sastres, carreteros, modistas, artistas, músicos, fotógrafos, diseñadores, artesanos, medios publicitarios, personal de seguridad y un sinnúmero de actores con papeles relevantes.
Es el resultado de un equipo de mentes creativas, de mano de obra, de apasionados de esta tradición, que mueven la economía de un pueblo.
En el caso, por ejemplo, de Los Broncos, uno de los grupos de carnaval vegano más grande, para este mes de febrero invirtió más de nueve millones de pesos en el montaje de la cueva, el diseño y confección del disfraz, los músicos y artistas invitados, la seguridad y las promocionales, como son gorras, suéteres y cintillos personalizados.
Estos, solo para la fabricación de los 59 trajes de este año dieron una cantidad de casi cuatro millones. “Cada disfraz sale a más de 62 mil pesos”, indica Cándido González, presidente del grupo de Los Broncos; monto que costea cada uno de los miembros del grupo. También, para el diseño de este, encargado a Alex Saviñón, pagaron casi 800 mil pesos.
Esta información la corrobora el sastre Ángel Jorge, conocido como “Fillo”, quien expresa que el costo de los disfraces pueden ir desde 10,000 hasta 50,000 pesos, dependiendo de la complejidad y el nivel de lujo del diseño.
“Los más elaborados, como con plumas, lentejuelas caras y demás, puede llegar a los 50 y 80 mil pesos”, destaca.
Además, para la instalación de la cueva, el grupo antes mencionado gastó más de tres millones de pesos; para seguridad unos 300 mil, en las promociones 600 mil, en músicos e invitados, más de un millón de pesos.
Cuentan con la ayudan de varios patrocinadores para costear la producción del evento.
Otros ejemplos son los tajes del grupo Escorpiones, que están entre los 35 y 40 mil pesos. También, el del colectivo de los “Saktaclas”, que costó alrededor de 20 mil pesos.
Genera empleos
El dinero invertido en el proceso sirve para suplir a las familias dominicanas, porque para llevar a cabo esa celebración masiva es necesaria una extensa mano de obra.
“El carnaval, de forma directa, requiere de más de mil personas”, destaca Martín Duquela, presidente de la Unión Carnavalesca Vegana (UCAVE).
Según González, para ofrecer una gran experiencia a quienes visitan, fue necesario contratar un equipo de más de 60 hombres solo en su grupo de carnaval.
Por otro lado, “Fillo” menciona que este año, en su taller, trabajan unas 16 personas para la elaboración de los distintos trajes. Sin embargo, si el pedido es mayor, puede llegar a 25 la cantidad de empleados.
Esto, sin mencionar a los vendedores ambulantes, quienes se benefician de este evento cultural ofreciendo artesanías, aperitivos como salchichas y empanadas, bebidas alcohólicas, hidratantes, energizantes, entre otras.
“Hay domingos que se venden ciento y pico, doscientas”, comenta uno de los tantos vendedores, que ofrece figuras en versión miniatura del diablo cojuelo y otros artículos artesanales que hacen alusión al carnaval, sobre la cantidad de piezas vendidas.
Además, para buscar el sustento, estos viajan a otros pueblos, como Santiago, Santo Domingo, Bonao, entre otros, a vender sus mercancías.
Es una fiesta masiva
“Carnaval es la integración del pueblo”, es lo que dice el ingeniero César Arturo Abreu, quien por varios años ha promovido y participado de esta festividad cultural. En ella, el pueblo se entremezcla en las calles, compartiendo unos con otros, vistiendo disfraces y vestimentas coloridas, y disfrutando de lo que conlleva la celebración.
De acuerdo con Duquela, alrededor de unas 75 mil personas, como mínimo, acuden a la celebración cada domingo. Entre estos, turistas de muchas partes del mundo, habitantes de La Vega y gentes de otras regiones del país. Personas que llegan deseosas de no solo llevarse un buen recuerdo, también probar todo lo que implica la tradición carnavalesca.
Este año, de los 179 grupos carnavalescos, 176 salieron a las calles; siendo más de 1,600 hombres y mujeres disfrazados.
Logística
Para los autores de este evento, su realización es un procedimiento largo y tendido.
Desde el día primero de marzo, justo al terminarse la temporada, los veganos empiezan a trabajar en lo que es una de las fiestas de masas más grandes que se realiza en el país.
“Nosotros hacemos actividades todo el año para procurar tener fondos para el año que viene”, dice el presidente de Los Broncos.
Esta se va renovando por cada edición, lo cual consta un reto para los organizadores. “Todos los años los disfraces son diferentes”, expone Abreu, haciendo referencia a uno de los aspectos que más los pone a trabajar.
Con cada edición, los 179 grupos crean y montan cuevas, trajes y caretas con nuevas temáticas, muy diferentes a la de años anteriores.
Duquela, asimismo, dice que se debe tomar en cuenta la supervisión en la terminación de disfraces, el control de vejigas, la seguridad perimetral, las actividades festivas y demás procedimientos de la logística.
Suple a otros pueblos
El carnaval de La Vega es el más antiguo, y su trascendencia lo pone siempre en el primer lugar, seguida de Santiago, Santo Domingo, Montecristi, Bonao, Puerto Plata, Río San Juan, Cotuí y Barahona.
Conforme a lo que dice el sastre de esta ciudad, “Fillo”, cada año confecciona trajes no solo de este municipio, también de otras localidades como Bonao, Cotuí, San Francisco de Macorís, entre otras.
Igualmente, Abreu dice que los disfraces de cada año, debido a que no se vuelven a utilizar, son vendidos o regalados a otros pueblos, como Constanza, Jarabacoa, Mao y otras ciudades del país.
“Aportamos conocimiento, aportamos tecnología, aportamos apoyo”, agrega el ingeniero.
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