La educación es otra de las muchas víctimas de la violencia en Haití: las escuelas son objetivos de las bandas armadas, refugio de desplazados y los alumnos pierden decenas de días al año de horas lectivas.
Y, si hay algo en lo que creen los haitianos, es en la educación. Los padres prefieren pasar hambre para gastar el dinero en la educación de sus hijos, apuestan por ella para salir de la pobreza y contribuir al progreso de Haití, como queda patente con el dicho ‘Si la escuela vale algo, la nación lo vale todo’, pues se considera que, cuando la escuela no funciona, el país se paraliza.
En el pasado las escuelas se conservaban y respetaban, pero ahora se están convirtiendo en objetivo de bandas armadas. Profesores, alumnos y directores han sido secuestrados y asesinados y muchos centros educativos han sido blanco de tiroteos, saqueos e incendios.
Ejemplo de ello es una escuela cuyas paredes están plagadas de agujeros de bala de todos los calibres en el barrio de Cité-Soleil, en la zona de Brooklyn, centro de un conflicto entre dos coaliciones armadas que luchan por controlar el territorio.
«Se puede ver lo nueva que es nuestra escuela, pero tenemos que abandonarla y dar clase a los niños en un espacio estrecho», dice la responsable de una institución humanitaria que trabaja en Cité-Soleil, donde miles de personas viven en la miseria extrema, lejos de servicios básicos como el agua, la electricidad y la sanidad.
La educación en Haití ya no es la misma, se deteriora, por lo que las escuelas tienen que revisar su funcionamiento, reinventarse o desaparecer, lo que repercute en el rendimiento escolar.
Michelle, que se dedica a la enseñanza desde hace al menos diez años, puede dar fe de ello: «Hacemos muy pocos ejercicios. Solo nos centramos en lo esencial. Es como si preparáramos a los niños para los exámenes, mientras que antes la escuela preparaba a los niños para la vida».
Para suplir las carencias y seguir funcionado, algunas escuelas recurren a la tecnología, como los grupos de WhatsApp o las plataformas de aprendizaje virtual, pero en un país donde solo alrededor del 25 % de la población tiene acceso a la electricidad y donde la alimentación prima sobre otras necesidades lo que esto hace es crear desigualdades.